Nerea Macario. Cuando un suceso doloroso supera el umbral de nuestra sensibilidad, es posible que no seamos capaces de de digerirlo. Las experiencias nos superan a veces porque son demasiado fuertes y, otras, porque nos coge en un momento de especial vulnerabilidad. Un proceso durante el sueño, especialmente en la fase REM (de movimiento aleatorio de los ojos), se encarga de esta digestión de los pensamientos, las emociones, las sensaciones. Se guarda lo que podemos necesitar en el futuro, se desecha el resto.
Este es el procedimiento natural que un psicólogo llamaría coloquialmente «digestión» a semejanza de lo que hace nuestro sistema digestivo. Pero, ¿qué ocurre cuando no digerimos alguno de los impactos en nuestro sistema emocional? Entonces es cuando se origina lo que denominamos trauma. Basándose en el descubrimiento de este fenómeno natural se desarrolló la terapia EMDR, que se ocupa de desensibilizar y reprocesar un problema emocional a través, justamente de los movimientos oculares.
La película «Un monstruo viene a verme«, dirigida por Juan Antonio Bayona y ganadora de nueve premios Goya, relata de forma muy ilustrativa el mundo paralelo que un niño se construye para refugiarse ante un dolor emocional que le supera. Recientemente el diario El Norte de Castilla publicó, en su sección de Opinión, mi artículo (libre de spoilers) explicando desde el punto de vista de un psicólogo la historia de este niño. El título sugiere que, en la vida real, ante las dificultades emocionales, es preferible que sea un psicólogo quien sustituya al «monstruo».
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20170215 El Norte de Castilla – Un psicologo viene a verme – Nerea Macario
UN PSICÓLOGO VIENE A VERME
El Norte de Castilla | Nerea Macario, psicóloga, Clínico EMDR
Cuando el suelo se desprende bajo nuestros pies, cuando sentimos que incluso lo más sólido en nuestra vida se derrumba, cuando hasta el aire que respiramos nos lastima, todo y todos pueden ser vistos como agresores. Cuando deseamos que un monstruo venga y acabe con todos ellos, que venga un King Kong y los rompa en mil pedazos, cuando nos refugiamos en el dolor y la autocompasión para evitar ser invisibles, entonces, nos pesa ser demasiado adultos para ser niños. ¿Cómo empieza la historia?
La historia empieza con una emoción que desborda el umbral de nuestro entendimiento, con un suceso doloroso que satura los poros de nuestra sensibilidad. La historia empieza con una vivencia que rompe lo que habíamos planeado que sería nuestra vida y que nuestra mente se niega a admitir. La historia empieza cuando las imágenes, los sonidos, las emociones y las sensaciones de una experiencia traumática se instalan en alguna parte de nuestro ser, algún sitio entre nuestro corazón y nuestro cerebro emocional, sin permiso de nuestro pensamiento racional. La historia comienza, pero no somos conscientes. ¿Cómo termina la historia?
La historia termina con la verdad más simple. Tan simple que no podemos reconocerla, sobre todo cuando buscamos enrevesados motivos para nuestro dolor, cuando queremos encontrar malvados culpables que no nos dejan volver a ser el niño lleno de paz que un día fuimos. Es entonces cuando llamamos al monstruo. Un monstruo terrible para que acabe con ellos, con todos los malos. Un monstruo que nos ayude a refugiarnos en nuestro dolor, que nos arranque de este mundo real. Un monstruo horrible que pueda ser nuestro amigo, quizá porque nos consideramos de una misma condición. Pero el dolor no cede. Ahora tenemos dolor y un monstruo, ambos acomodados en nuestra existencia semipresencial, impidiendo, a nuestro antojo, que veamos el verdadero comienzo de nuestra historia de sufrimiento. ¿Cómo es el mundo al que nos mudamos?
Cuando la tragedia se cuela en nuestra cotidianidad o, simplemente, cuando la vida nos va dejando moratones emocionales, nos instalamos en nuestro mundo alejado, a ratos, de la realidad del presente. Los sueños se convierten en nuestra vida y viceversa. Las más insospechadas banalidades pueden revivir al monstruo que nos hemos construido a medida para acomodar la realidad a nuestro dolor, a nuestra angustia, a nuestro miedo. Transformamos todo en torno a una verdad inventada, a un relato que satisfaga a nuestra mente. No es fácil decirnos la verdad; a veces preferimos morir, ahogarnos en la desesperación, antes que decirnos la verdad. Otras veces, sencillamente, no somos capaces de encontrar esa verdad que está condicionando nuestra vida. ¿Dónde está nuestra verdad?
Nos empeñamos en buscar la verdad en nuestra razón, sin darnos cuenta de que el testigo del comienzo de la historia fue todo nuestro cuerpo, nuestros sentidos, nuestras sensaciones, la convicción de lo que somos en un momento de nuestra vida en que se nos hace daño. Llamamos a nuestra mente a testificar cuando son las emociones el principal testigo de las experiencias que, un día, nuestros sueños fueron incapaces de procesar. El miedo útil, la angustia luchadora, el estrés de salvación con los que se concibió la parte más primitiva de nuestro cerebro, se convirtieron entonces en fútiles alarmas que nos traen, una y otra vez al presente, el malestar que corresponde a hechos del pasado. La verdad simple, la más complicada para nosotros los seres evolucionados. Pero entonces, ¿dónde empieza y termina la historia?
La historia de nuestro dolor empieza como tantas historias de dolor, con la verdad simplificada de una emoción, de una imagen, de un olor, de una sensación que quedó sin digerir en la noche de los hechos y en todas las noches desde entonces. La historia de nuestro dolor termina el día que lo reprocesamos a la luz del presente, el día que decidimos que el dolor no es nuestro amigo, el día que decidimos dejar de ser invisibles. La historia de nuestro dolor termina el día que permitimos que alguien venga a vernos, como personas, sin juzgarnos, en nuestra completitud. Quizá eso pueda hacerlo un monstruo que emerge de la tierra, pero es poco probable. O quizá lo pueda hacer alguien que sabe: un psicólogo.
Sobre Nerea Macario
Psicóloga directora del centro de psicoterapia Neitú Psicología, está especializada en la psicoterapia EMDR con el título de Clínico EMDR acreditado por la Asociación EMDR España por la que ha obtenido formación avanzada en diversos trastornos en adultos, niños y adolescentes.
Ejerce como psicóloga desde el año 2012 con el objetivo de mejorar la vida de las personas ayudándolas a encontrar herramientas para mejorar su vida.
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Lee también mi post: «La memoria del corazón«, basado en la serie de Antena 3, Pulsaciones.